Yo vi morir al fotoperiodismo: la vena democrática y el tecnosolucionismo le dieron vida y después lo aniquilaron

Yo vi morir al fotoperiodismo: la vena democrática y el tecnosolucionismo le dieron vida y después lo aniquilaron

El fotoperiodismo tradicional enfrentó su ocaso en las primeras dos décadas del siglo XXI. La irrupción de las cámaras digitales, el auge de los smartphones, el cierre de fábricas de película fotográfica en 2004 y la desaparición de las cámaras réflex de película en 2008 marcaron el inicio de este declive. A partir de 2010, las redes sociales como Instagram revolucionaron la distribución de imágenes, mientras que las ventas de cámaras digitales comenzaron a desplomarse. En paralelo, la inteligencia artificial irrumpió en la creación de imágenes, eliminando aún más el rol de los fotoperiodistas profesionales en un mundo dominado por la inmediatez y la viralidad visual.

A comienzos del siglo XXI, el fotoperiodismo tradicional comenzó a perder terreno frente a avances tecnológicos que transformaron radicalmente la industria. El primer golpe simbólico ocurrió en 2004, cuando Kodak, el líder indiscutible de la fotografía analógica, anunció el cierre de sus fábricas de película fotográfica en Europa y América del Norte. Este movimiento marcó el declive de las cámaras de película, que habían sido la herramienta esencial para los fotoperiodistas por décadas. Ese mismo año, las cámaras digitales compactas empezaron a dominar el mercado, y la tecnología de los smartphones, que apenas comenzaba a despegar, ya vislumbraba un cambio disruptivo.

Muy pocas personas han visto a sus profesores de licenciatura y posgrado derramar lágrimas por el final inexorable de su profesión y las técnicas e instrumentos que habían definido toda su trayectoria. Sin embargo, entre 2004 y 2014, en los pasillos de las universidades de Comunicación y Arte era común que los docentes lloraran, o caminaran cabizbajos tras enterarse de cierres de plantas de producción de película, cámaras fotográficas y incluso la televisión análoga. Agfa, Ilford, Kodak, Fuji, etc, una a una fueron cerrando y su historia hoy parece perdida.

Un hito crucial fue el fin de la producción de cámaras réflex de película. En 2010, Canon decidió terminar la fabricación de la cámaraEOS-1v, la última cámara réflex de película de 35 mm que permanecía en producción, simbolizando el final de una era. En cuanto a las cámaras réflex digitales (DSLR), aunque su auge fue significativo durante la primera década del 2000, comenzaron a enfrentar su propio declive en la siguiente década. Entre 2010 y 2012, la popularidad de las cámaras DSLR alcanzó su punto máximo, pero para 2018, sus ventas ya comenzaban a caer, desplazadas por la tecnología mirrorless (sin espejo) y los avances en los smartphones.

Canon EOS-1v. Foto: especial

El verdadero cambio en la dinámica del mercado ocurrió con los smartphones. A partir de 2010, con la llegada de modelos como el iPhone 4, que incluía una cámara de 5 megapíxeles y la capacidad de grabar video en alta definición, la calidad de las cámaras integradas en teléfonos comenzó a rivalizar seriamente con las cámaras digitales de consumo. Hacia 2013, las ventas globales de cámaras digitales compactas comenzaron a descender de manera dramática, cayendo un 40% solo en ese año. Entre 2010 y 2020, las ventas de cámaras digitales en general cayeron casi un 87%, según datos de la Camera & Imaging Products Association (CIPA). Para 2021, muchas empresas como Canon y Nikon redujeron su producción de cámaras réflex digitales, enfocándose más en sistemas mirrorless, que ofrecían una mayor tecnología de imagen en cuerpos más ligeros y compactos.

Caídad de ventas de las cámaras reflex. Foto: Statista.

Simultáneamente, el auge de las redes sociales alteró completamente el ecosistema visual de los medios de comunicación. Con Facebook desde 2004 y Twitter en 2006, las plataformas comenzaron a acaparar el flujo de información, pero el verdadero impacto llegó con Instagram en 2010, una red diseñada específicamente para la fotografía. Instagram permitió que cualquier persona, con o sin formación profesional, pudiera compartir imágenes instantáneamente y alcanzar audiencias globales. La velocidad de distribución y la viralidad desplazaron al fotoperiodismo profesional, que ya no era el único intermediario en la documentación visual de eventos noticiosos.

La llegada de la inteligencia artificial a la fotografía añadió una capa más de complejidad. A partir de 2020, generadores de imágenes como DALL-E y MidJourney permitieron crear imágenes fotorrealistas sin la necesidad de una cámara, lo que socavó aún más el valor del fotoperiodismo tradicional. Además, los algoritmos de las redes sociales priorizaban el contenido viral, muchas veces generado o editado por IA, sobre las imágenes cuidadosamente compuestas y narrativamente profundas que solían ser la base del fotoperiodismo.

En este contexto, los medios de comunicación tradicionales, presionados por la crisis financiera de 2008 y la reducción de sus audiencias, comenzaron a reducir los presupuestos destinados a reportajes fotográficos. Se volvieron más dependientes de contenido generado por los usuarios o agencias que ofrecían imágenes rápidas y baratas, a menudo sacrificando la calidad y la ética visual.

Entre 2018 y 2022, las cámaras DSLR, que alguna vez dominaron el mercado profesional, fueron dejadas de lado en favor de las cámaras mirrorless, que ofrecían un enfoque más ágil y moderno. El fotoperiodismo, una vez un bastión de la verdad visual y el relato profundo, fue desbordado por la cantidad de imágenes inmediatas y sin contexto que las plataformas digitales permitían generar.