Sin importar cómo te sientas o si hay cambios en tu organismo, al cumplir 40 años enfrentas discriminación, subestimación y rechazo. La tendencia actual agrupa con mayor frecuencia a las personas de esta edad con el grupo de la tercera edad, que comienza a partir de los 65 años. A los 40 años, no solo no se tienen las experiencias de vida de una persona mayor, sino que, en muchos casos, es una etapa decisiva en la que se empiezan a definir aspectos que quedaron pendientes durante décadas. El problema es que, en muchas ocasiones, los prejuicios ya no permiten a las personas de 40 consolidar sus metas.
La década de los 40 es una edad que la sociedad parece no permitir vivir plenamente. Es un momento en el que el cuerpo aún es joven y fuerte, pero los estereotipos y la discriminación por edad sitúan a quienes llegan a esta etapa más cerca de la tercera edad que de los 30 años. Esto ignora que, a esa edad, muchas personas aún tienen pendientes propios de la mediana edad, no de la vejez.
El impacto de cumplir 40 años es mayor si se considera que las últimas dos generaciones han experimentado un retraso en su desarrollo social. La reducción de oportunidades laborales, la precarización del empleo y el encarecimiento de la vivienda han forzado a muchos jóvenes a vivir con sus padres hasta después de los 30 años. La informalidad laboral, los problemas de rotación y los obstáculos para acumular antigüedad en una empresa han impedido que muchos lleguen a los 40 con carreras consolidadas. Sin embargo, los prejuicios no perdonan: aunque el mismo sistema ha mermado la experiencia de los jóvenes, al cumplir 40 años se les clasifica en el grupo de la vejez, y se les empuja a asumir un estilo de vida que pocas personas pueden permitirse: jubilarse a los 40.
Personas que no se han casado, no han tenido hijos, no han comprado una casa o no han obtenido un ascenso, a menudo se encuentran desempleadas y, en general, sin una vida “resuelta”. Son juzgadas como si ya deberían tener todo en orden y estar pensando en su jubilación. No obstante, estas personas tienen que atravesar esta década enfrentando una presión social que los empuja hacia un estilo de vida sedentario, aislado socialmente y perpetuamente discriminado, especialmente en el ámbito laboral.
Uno de los sectores donde la discriminación por edad es más evidente es el laboral. Estudios recientes han demostrado que las personas mayores de 40 años enfrentan dificultades para encontrar empleo o ascender dentro de las empresas. Los empleadores, influenciados por estereotipos, tienden a priorizar a candidatos más jóvenes, asumiendo que son más creativos, flexibles y adaptables a las nuevas tecnologías. Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), a partir de los 40, las probabilidades de encontrar empleo disminuyen considerablemente, y para aquellos que pierden su trabajo a esta edad, la búsqueda de uno nuevo puede extenderse por años.
La discriminación silenciosa
A diferencia de otras formas de discriminación, la que se vive al llegar a los 40 es sutil. No se expresa abiertamente, pero está presente en los criterios no oficiales de contratación, en las promociones en el trabajo y hasta en la representación de la edad en los medios de comunicación. Las personas en esta etapa de la vida también enfrentan expectativas sociales restrictivas: se les ve como «demasiado mayores» para ciertos roles, pero no lo suficientemente mayores como para recibir el respeto y la autoridad que a menudo se otorga a los adultos mayores.
Por otro lado, son demasiado jóvenes para acceder a programas sociales destinados a la tercera edad, y aún les faltan unos 25 años para jubilarse. Este rezago los obliga a enfrentarse a una nueva realidad en la que no solo se consideran más «viejos» de la noche a la mañana, sino que también pierden el valor que otorgan los años de experiencia. Como consecuencia, se ven forzados a aceptar trabajos sencillos con salarios bajos.
En la industria de la moda y la belleza, las personas mayores de 40 años son prácticamente invisibles. Tienen poca representación en campañas publicitarias o en los medios. Las celebridades femeninas, en particular, enfrentan presiones constantes para conservar una apariencia juvenil, y los procedimientos estéticos se promueven como una necesidad para «competir» en una cultura que idolatra la juventud.