En el 56 aniversario de la masacre de Tlatelolco, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo recordó el doloroso legado del movimiento estudiantil de 1968, resaltando la responsabilidad del Estado en los crímenes de lesa humanidad cometidos en ese periodo. Durante la primera mañanera del pueblo en el Segundo Piso de la Cuarta Transformación, la mandataria enfatizó que «el 2 de octubre no se olvida», subrayando la importancia de rendir homenaje a las víctimas y de construir un futuro democrático en México.
En la primera mañanera del pueblo en el Segundo Piso de la Cuarta Transformación, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo dedicó un espacio para conmemorar el 56 aniversario de la masacre de Tlatelolco, un hecho trágico que dejó una huella imborrable en la historia del país. «El 2 de octubre no se olvida», afirmó la mandataria, quien destacó que la represión contra los estudiantes que clamaban por libertad y democracia fue orquestada por el entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz.
En su discurso, Sheinbaum Pardo subrayó la importancia de reconocer la responsabilidad del Estado en los crímenes de lesa humanidad cometidos durante ese periodo. «Mi madre participó en ese movimiento estudiantil, era profesora del Instituto Politécnico Nacional, ella participó durante todo el movimiento como profesora ayudando a los estudiantes […] Fue algo con lo que crecimos muy doloroso, pero al mismo tiempo el movimiento estudiantil de 1968 abrió la puerta de la participación política de muchísimos jóvenes y de la sociedad en su conjunto para un país más democrático», señaló.
En el evento, Claudia Sheinbaum firmó un decreto de disculpa pública a los estudiantes y a las víctimas de la masacre de Tlatelolco, ocurrida el 2 de octubre de 1968. Este acto simbólico busca reconocer el dolor y la injusticia sufrida por los mexicanos durante la represión del movimiento estudiantil, así como ofrecer un compromiso de no repetición.
El movimiento estudiantil de 1968, que comenzó como una serie de protestas pacíficas, se expandió rápidamente en respuesta a la represión policial y culminó en la trágica jornada del 2 de octubre, cuando miles de personas se reunieron en la Plaza de las Tres Culturas. Durante el mitin, el gobierno, que había ofrecido diálogo, lanzó una ofensiva militar que resultó en una de las masacres más sangrientas de la historia reciente de México. Aunque la versión oficial reconoció 38 muertos, diversas investigaciones indican que el número real podría ascender a más de 300.
Sheinbaum Pardo enfatizó que la disculpa pública por estos crímenes, iniciada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, es una forma de rendir homenaje a las víctimas y un compromiso de no olvidar el pasado. «Nunca más», afirmó, reafirmando su intención de continuar con este proceso de reconciliación y reconocimiento de la memoria histórica.
Por su parte, Pablo Gómez Álvarez, titular de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF), quien en 1968 era un destacado líder estudiantil y uno de los sobrevivientes de la masacre, compartió su testimonio durante la conmemoración. Recordó cómo la represión del Estado contra los estudiantes se intensificó en los días previos al 2 de octubre, donde cientos de jóvenes se congregaron en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, para exigir un país más justo y democrático.
Gómez narró la brutalidad que enfrentaron esa noche, describiendo cómo las fuerzas militares y policiales rodearon a los manifestantes, abriendo fuego indiscriminadamente. Su relato subrayó la falta de justicia que persiste hasta la fecha, recordando que muchos de los responsables aún no han sido llevados ante la justicia.
El exdiputado hizo hincapié en la necesidad de no olvidar a las víctimas y de seguir luchando por un país donde la libertad de expresión y el derecho a la protesta sean garantizados. A través de su testimonio, se busca mantener viva la memoria de aquellos que perdieron la vida y recordar a las nuevas generaciones la importancia de la lucha por los derechos humanos.
«La matanza fue ordenada, obviamente, por el jefe de las Fuerzas Armadas, el presidente de la República; él mismo lo ha reconocido y lo reconoció en su 5º informe de gobierno. Esto se ha discutido mucho; sin embargo, ¿quién más pudo haber ordenado algo como esto? Y si no hubiera habido la orden, no hubiera habido presencia militar aquella tarde en Tlatelolco, ¿qué objeto tenía que no fuera la represión y la masacre?», aseguró.
Álvarez recordó el oscuro episodio en el que tras la represión, muchas de las víctimas aparecieron como victimarios de sus propios compañeros.
2 DE OCTUBRE NO SE OLVIDA
El 2 de octubre de 1968, México vivió uno de los episodios más trágicos y violentos de su historia reciente: la masacre de Tlatelolco. En el contexto de un creciente movimiento estudiantil que exigía mayores libertades y el fin de la represión gubernamental, miles de jóvenes se reunieron en la Plaza de las Tres Culturas, en el barrio de Tlatelolco, para protestar pacíficamente.
A medida que la concentración crecía, las fuerzas militares y policiales rodearon el lugar, en un intento de dispersar a los manifestantes. A las 18:00 horas, las autoridades abrieron fuego contra los asistentes, resultando en un número indeterminado de muertos y heridos. Las cifras oficiales hablaban de una docena de víctimas, pero testimonios de sobrevivientes y organizaciones de derechos humanos estiman que el número real superó las trescientas muertes.
Este trágico suceso marcó un hito en la historia de México, evidenciando la brutalidad del régimen y la represión a la que eran sometidos aquellos que levantaban la voz en busca de justicia y democracia. La masacre de Tlatelolco no solo dejó una profunda herida en la sociedad mexicana, sino que también se convirtió en un símbolo de la lucha por los derechos humanos en el país, resonando a lo largo de las décadas.