«Macario», la icónica película dirigida por Roberto Gavaldón en 1960, se erige como un clásico del cine mexicano, no solo por su poderosa narrativa y su exploración de temas universales, sino también por el impacto significativo de sus productoras, Bancine y Casa Films. Esta colaboración visionaria dio vida a una adaptación magistral de la obra de B. Traven, llevándola a convertirse en la primera película mexicana nominada al Óscar en la categoría de Mejor película extranjera. Con su cuidadosa atención a la estética y al contexto cultural, «Macario» sigue siendo un referente en la historia del cine nacional.
Desde su estreno en mayo de 1960 en el Festival de Cannes, «Macario«, dirigida por Roberto Gavaldón y basada en la obra homónima de B. Traven, se ha consolidado como uno de los grandes clásicos de la cinematografía mexicana. Esta adaptación, que cuenta con un guion de Emilio Carballido y el propio Gavaldón, no solo compitió por la Palma de Oro en Cannes, sino que al año siguiente se convirtió en la primera película mexicana nominada a los Premios de la Academia en la categoría de Mejor Película Extranjera. En 1994, la revista SOMOS la incluyó en su lista de las 100 mejores películas del cine mexicano, evidenciando su impacto perdurable en la historia del séptimo arte en el país.
Macario fue protagonizada por Ignacio López Tarso y Pina Pellicer. La historia, ambientada en el Virreinato de México, sigue a un humilde leñador que, tras compartir un guajolote con la Muerte, se convierte en portador de un milagro: una fórmula capaz de curar a los moribundos. Este don, sin embargo, despierta la sospecha de la Santa Inquisición, llevando al protagonista a un conflicto entre su nuevo poder y las fuerzas que buscan controlar la vida y la muerte.
A medida que Macario se convierte en un sanador famoso, su habilidad atrae la atención de la Inquisición, que lo condena por brujería. A pesar de sus intentos de escapar, la Muerte lo encuentra y le revela que su vida está por terminar. La película explora temas de vida, muerte y moralidad, y se ha consolidado como un clásico del cine mexicano. Su influencia perdura en el tiempo, destacando por su narrativa profunda y estética visual.
Bancine, dirigida por el productor y guionista mexicano Manuel Barbachano Ponce, fue fundamental en la creación de «Macario». La empresa se enfocó en proyectos que exploraban la identidad mexicana y promovían el cine de autor. Barbachano Ponce creyó firmemente en la historia de «Macario», apoyando tanto el guion como la elección del director, Roberto Gavaldón, quien aportó una visión única y un enfoque estético distintivo que enriqueció la narrativa.
Por otro lado, Casa Films, otra productora relevante, colaboró en la financiación y distribución de la película. Esta compañía se destacó por su compromiso con la producción de cine de calidad en México, lo que contribuyó al reconocimiento y la difusión de «Macario» tanto a nivel nacional como internacional.
La producción fue un desafío, ya que se llevaron a cabo en locaciones rurales que reflejaban el contexto de la historia. La cinematografía estuvo a cargo de José Ortiz Ramos, quien utilizó técnicas innovadoras para captar la esencia del entorno y dar vida a los elementos sobrenaturales de la trama. La atención al detalle en el vestuario y la escenografía, con un enfoque en la estética del México del siglo XVIII, ayudó a crear una atmósfera auténtica y envolvente.
El legado de Macario se ha reafirmado recientemente con la viralización de una versión «colorizada» de la película, un proyecto que generó controversia y demostró que, a pesar de los debates sobre su representación y estilo, la película sigue ocupando un lugar especial en el imaginario cultural mexicano.
Con su mezcla de tradición literaria, crítica social y un enfoque neorrealista, Macario se establece no solo como una obra maestra del cine mexicano, sino como una reflexión profunda sobre la vida, la muerte y la condición humana. La historia de Gavaldón y su legado continúa resonando, invitando a nuevas generaciones a descubrir y reinterpretar esta joya del cine nacional.
CRÍTICOS
A pesar de su reconocimiento, no todos los críticos la han aclamado.De acuerdo con un análisis de Rafael Paz para «Gaceta UNAM», Emilio García Riera, la catalogó en 1960 como una producción «sobre esa película se podría decir que es decorosamente mediocre y pasar a otra cosa. Con ello no se faltaría a la verdad.» y criticó su falta de ideología, a pesar de su notable calidad técnica. Su reseña en la Revista de la Universidad se centró en el ritmo y la dirección, destacando la actuación de actores como Ignacio López Tarso y Pina Pellicer, pero cuestionando la profundidad del mensaje que transmitía. «Inútil preguntárselo a Gavaldón», escribió, sugiriendo que la obra no lograba captar la atención de manera sustancial.
Con el paso del tiempo, la percepción de Macario ha evolucionado, y la obra ha sido reevaluada en el contexto de la carrera de Gavaldón. Libros como «Al filo del abismo» de Carlos Bonfil y «La fatalidad urbana: el cine de Roberto Gavaldón« de Fernando Minio, junto con retrospectivas en festivales como el de San Sebastián y el Museum of Modern Art (MoMA) de Nueva York, han ayudado a resaltar la importancia del filme.
Fernando Mino menciona que «Macario« encarna elementos arquetípicos de la cultura mexicana, donde la muerte es presentada como una instancia justiciera que iguala a todos los hombres, sin distinción de clase. Esta representación se entrelaza con la rica tradición de la muerte en la cultura mexicana, resonando con el espíritu del Día de Muertos y con la obra de artistas como José Guadalupe Posada.
A pesar de su valía, algunos críticos se mostraron escépticos. En su disertación, Nancy J. Membrez sostiene que la negativa de algunos sectores de la crítica mexicana a aceptar Macario como una gran película radica en su uso del blanco y negro, que consideraron un símbolo de subdesarrollo, y en su aparente falta de crítica a la Iglesia católica y la lucha social.