En la antigua Roma, mucho antes de que la Navidad emergiera como una festividad cristiana, el 17 de diciembre marcaba el inicio de la Saturnalia, una de las celebraciones más importantes del calendario romano. Esta fiesta, dedicada al dios Saturno, protector de la agricultura y la abundancia, simbolizaba un tiempo de alegría, generosidad y renovación.
Durante la Saturnalia, las estrictas jerarquías sociales romanas se suspendían temporalmente. Los esclavos eran liberados de sus obligaciones habituales y se les permitía participar en banquetes junto a sus amos, en un gesto simbólico que buscaba subvertir el orden cotidiano. En algunos casos, los roles se invertían: los amos servían la comida, mientras los esclavos ocupaban el lugar de honor en la mesa.
Las calles de Roma se llenaban de un ambiente festivo. Las familias decoraban sus hogares con ramas de pino y laurel, mientras se intercambiaban pequeños regalos como velas de cera, figurillas de arcilla y otros objetos simbólicos que representaban la luz y la esperanza. Además, los mercados se animaban con la venta de dulces, juguetes y ornamentos especiales para la ocasión.
Los banquetes eran el centro de la celebración. Las comidas estaban cargadas de abundancia, incluyendo panes, frutas, carnes y vino. Durante estas reuniones, se promovía la camaradería y el disfrute colectivo, dejando de lado las preocupaciones cotidianas.
Otro aspecto distintivo de la Saturnalia era la elección de un «rey de las fiestas», usualmente un esclavo o un miembro de la familia, que dirigía las actividades festivas. Este personaje, conocido como el «príncipe de los bufones», daba órdenes humorísticas que todos debían cumplir, reforzando el espíritu lúdico y desenfadado de la celebración.
Con la llegada del cristianismo y la consolidación de nuevas tradiciones religiosas, muchas de las costumbres de la Saturnalia fueron absorbidas o adaptadas por la Navidad. La decoración de hogares, los regalos y la idea de un tiempo de paz y generosidad perduran hasta hoy, recordándonos el legado de esta antigua festividad romana.
La Saturnalia no solo fue un tiempo de celebración, sino también un recordatorio de la importancia de la convivencia y la esperanza, conceptos que, siglos después, continúan siendo el corazón de nuestras fiestas decembrinas.