En México, hay un fenómeno que muchas personas viven en silencio pero que, a su vez, es común en miles de hogares:»el no llegar a fin de mes». Esta expresión hace referencia a los días que preceden al día de pago, cuando el salario ya se ha agotado y las personas se enfrentan a una lucha constante por cubrir sus necesidades más básicas. Esta problemática describe una realidad que golpea con fuerza a aquellos que, a pesar de tener empleo, no alcanzan a cubrir los costos de vida, sumidos en una precariedad económica que parece interminable.
Un Salario Insuficiente
El salario mínimo en México, fijado en 7,508 pesos mensuales para 2024, es insuficiente para cubrir las necesidades básicas de una persona. Según la Encuesta Nacional sobre Salud Financiera, en la Ciudad de México se necesita un promedio de 29,500 pesos al mes solo para cubrir los gastos esenciales, como alimentación, transporte y vivienda. A nivel nacional, el promedio es de 16,421 pesos. Sin embargo, la realidad es que muchos mexicanos no perciben siquiera el salario mínimo y, por lo tanto, se enfrentan a un desfase entre lo que ganan y lo que necesitan para vivir.
De acuerdo con datos de Glassdoor, el salario promedio en el país en 2024 es de 8,833 pesos al mes, pero este es solo un dato promedio. El segundo grupo salarial más común es el de aquellos que ganan apenas 3,690 pesos mensuales, una cifra que está muy lejos de la media y aún más distante de las necesidades básicas de las personas. Esto crea una brecha de ingresos que coloca a muchos trabajadores en una situación de vulnerabilidad económica, donde los días previos al pago del salario se convierten en una verdadera lucha por la supervivencia.
Estrategias de Supervivencia
Durante esos días difíciles antes del siguente pago salarial, las personas recurren a diversas estrategias para «sobrevivir». Algunas de estas prácticas se han convertido en parte de la cotidianidad de aquellos que atraviesan el «paso de la muerte». Por ejemplo, muchos optan por comer lo más barato posible: frijoles, sopas instantáneas como las Maruchan, o diluir los platos de carne con verduras más económicas, como papas o calabazas. Para quienes no pueden permitirse el lujo de pagar el gas, el agua se calienta con una resistencia eléctrica, o se usan pequeños baldes para bañarse, lo que reduce el consumo de agua caliente.
En casos más extremos, las personas recurren a préstamos familiares, empeñan objetos de valor o incluso piden dinero prestado para el transporte. Otros optan por vender artículos personales, como libros o ropa, a tiendas de segunda mano. En algunos casos, cuando la situación es aún más desesperada, se roba energía eléctrica de postes, se cortan frutos de los árboles en parques o se recicla basura para venderla a las «kilos», que son recicladoras que compran metales y plásticos por kilo. Las personas también pueden recurrir al consumo de sustancias tóxicas para mitigar el hambre, mientras esperan que el siguiente pago les ofrezca algo de alivio.
La Invisibilidad de la Pobreza
A pesar de que esta situación afecta a millones de mexicanos, la pobreza no siempre es visible para el gobierno. Muchas de estas personas tienen empleo y vivienda, pero su salario no alcanza a cubrir lo esencial. Debido a esto, las políticas públicas no logran abordar de manera efectiva las necesidades de este sector de la población. La pobreza en estas condiciones se percibe como algo invisible, ya que se asume que aquellos que tienen empleo formal deben estar en una situación económica estable, sin considerar que sus ingresos no son suficientes para cubrir los costos básicos.
El «no llegar a fin de mes» no es solo una situación temporal, sino una constante que muchas personas viven entre quincena y quincena, sin ver una salida clara a esta espiral de precariedad. La sensación de impotencia se acumula, mientras que las expectativas de mejora se van desvaneciendo. Las personas atrapadas en esta realidad se enfrentan a una pobreza extrema que, a pesar de su visibilidad en los hogares, se mantiene en gran parte invisible para quienes diseñan las políticas públicas.
Una Realidad Colectiva
Esta precariedad no es un fenómeno aislado. Son miles de familias que, a pesar de tener empleo y vivienda, sufren la angustia de no llegar a fin de mes. La pobreza extrema en las zonas urbanas, que afecta a aquellos que deberían estar bajo la protección de políticas públicas, es una realidad que permanece en las sombras. Este sufrimiento colectivo se vive en silencio, mientras las personas luchan por cubrir lo más básico, con la esperanza de que la próxima quincena les permita aliviar un poco la carga.
La situación exige una reflexión profunda sobre las desigualdades estructurales que siguen afectando a una parte significativa de la población mexicana. Mientras los salarios siguen siendo insuficientes y el costo de vida continúa aumentando, el «no llegar a fin de mes» seguirá siendo una amarga realidad para miles de mexicanos que, a pesar de trabajar, no logran salir de la pobreza. Las políticas públicas deben ir más allá de las soluciones superficiales y enfocarse en mejorar las condiciones de vida de quienes sobreviven entre quincena y quincena, garantizando un salario digno que les permita vivir con dignidad.