Un reportaje de The New York Times sobre un laboratorio de fentanilo en Culiacán ha generado dudas, tras la falta de evidencia independiente que respalde las afirmaciones de los periodistas. El Gobierno mexicano rechazó las imágenes, mientras el diario defiende su investigación.
El reportaje publicado por The New York Times sobre la producción de fentanilo en México, que destaca un supuesto laboratorio clandestino operado por el Cártel de Sinaloa en Culiacán, ha generado polémica. En el reportaje, las periodistas Natalie Kitroeff y Paulina Villegas describen en detalle lo que aparentemente fue una visita a un laboratorio secreto en una casa del centro de Culiacán.
Según el relato, las reporteras, junto con una fotógrafa, accedieron al laboratorio bajo estrictas medidas de seguridad, usando trajes de protección tipo hazmat y máscaras de gas. En el interior, encontraron lo que describen como una serie de actividades relacionadas con la fabricación de fentanilo, con el «cocinero» y su ayudante trabajando con químicos peligrosos. Uno de los operarios, al parecer, se sintió intoxicado por los vapores y tuvo que salir a tomar aire. La descripción del laboratorio muestra utensilios de cocina comunes, como batidoras y ollas, y una mesa sobre la que descansaba un polvo blanco, supuestamente fentanilo.
El reportaje está basado en las declaraciones de los trabajadores del laboratorio, quienes, bajo la condición de anonimato, aseguraron que el polvo era efectivamente fentanilo y que el proceso era el adecuado para producir la droga. No hay evidencia objetiva o independiente que respalde estas afirmaciones. Las fotos que acompañan el reportaje muestran las condiciones del lugar, pero no ofrecen pruebas claras de que realmente se estuviera produciendo fentanilo en ese momento ni de la autenticidad de los químicos descritos.
En la conferencia matutina del 30 de enero, la presidenta Claudia Sheinbaum calificó el reportaje como «no muy creíble». Sheinbaum cuestionó la veracidad de las imágenes y el relato, sugiriendo que las condiciones mostradas en el laboratorio no coincidían con los métodos oficiales de producción de fentanilo. Según los datos proporcionados por la Secretaría de Marina y la Cofepris, la producción de fentanilo implica procesos mucho más complejos, que requieren medidas de seguridad estrictas, lo que contrasta con las escenas retratadas en el reportaje, donde los operarios usaban simples cubrebocas quirúrgicos y utensilios de cocina comunes.
“No es muy creíble, vamos a ponerlo así. No así, el fentanilo se produce de otras maneras que ya la Secretaría Marina o la autoridad regulatoria del medicamento, Cofepris puede informar cuáles son los métodos de producción, pero no es creíble las fotografías que se presentan ahí», señaló Sheinbaum.
La mandataria también subrayó que la producción de fentanilo en condiciones como las descritas en el reportaje sería extremadamente peligrosa para los trabajadores, lo que pone en duda la veracidad de las afirmaciones de los reporteros, ya que los métodos de fabricación del fentanilo son mucho más controlados y profesionales.
Ante estas críticas, The New York Times defendió su reportaje. En un comunicado, el periódico reiteró su confianza en la calidad de la investigación y aseguró que sus periodistas pasaron meses investigando la industria del fentanilo en México. A pesar de las dudas planteadas, el medio expresó su respaldo a las imágenes publicadas, afirmando que documentaron un laboratorio en Culiacán.
Sin embargo, el hecho de que no se haya proporcionado evidencia independiente o verificable que confirme los detalles del laboratorio, ni que los reporteros hayan mostrado pruebas concretas de que lo que vieron realmente correspondía a un laboratorio de fentanilo en pleno funcionamiento, deja espacio para cuestionar la autenticidad del reportaje.
“The New York Times tiene absoluta confianza en nuestros reportajes sobre la producción y realización de pruebas con fentanilo en México”