En un mundo saturado de información y opiniones divergentes, los sesgos cognitivos desempeñan un papel crucial en la manera en que interpretamos y respondemos a los datos y perspectivas que desafían nuestras creencias. Dos de estos sesgos —el sesgo de rechazo de evidencia y el sesgo de percepción hostil— ilustran cómo nuestras mentes pueden actuar en defensa de nuestras convicciones, a menudo a expensas de la verdad y el entendimiento mutuo.
El sesgo de rechazo de evidencia
El sesgo de rechazo de evidencia, también conocido como el «efecto de retroceso» (backfire effect), se produce cuando una persona, al enfrentarse a información que contradice sus creencias, no solo rechaza esa información, sino que refuerza su postura inicial. Este fenómeno es particularmente evidente en temas cargados emocional o ideológicamente, como la política, la religión o las teorías conspirativas.
Por ejemplo, un estudio clásico realizado por Brendan Nyhan y Jason Reifler demostró que cuando a las personas se les presentaban datos que contradecían una creencia errónea, en lugar de corregir su error, reforzaban su postura inicial. Este comportamiento puede explicarse en parte por la necesidad psicológica de proteger nuestra visión del mundo, ya que aceptar información contraria podría generar incomodidad o disonancia cognitiva.
El sesgo de percepción hostil
Por su parte, el sesgo de percepción hostil lleva a las personas a interpretar las opiniones, información o críticas contrarias como hostiles, deficientes o sesgadas en su contra. Este sesgo se observa con frecuencia en debates polarizados, donde los participantes no solo desacreditan la opinión opuesta, sino que también cuestionan las intenciones o la moralidad de quienes las sostienen.
Un ejemplo común ocurre en las redes sociales, donde los usuarios pueden interpretar críticas fundamentadas como ataques personales o como evidencia de una conspiración en su contra. Este sesgo alimenta la polarización al reducir la disposición para considerar puntos de vista alternativos o colaborar en la búsqueda de soluciones comunes.
Cómo interactúan estos sesgos
El sesgo de rechazo de evidencia y el sesgo de percepción hostil suelen reforzarse mutuamente. Una persona que rechaza información contraria también puede percibir a quienes la presentan como adversarios hostiles. Esta combinación crea una barrera psicológica que dificulta el diálogo constructivo y perpetúa la fragmentación ideológica.