Asera, la diosa borrada: el regreso de la madre sagrada del antiguo Canaán

Asera, la diosa borrada: el regreso de la madre sagrada del antiguo Canaán

Durante siglos, su nombre fue borrado de la historia oficial, relegado a fragmentos bíblicos y hallazgos arqueológicos dispersos. Asera, la gran diosa madre del antiguo Canaán, fue una figura central del politeísmo semita, adorada como fuente de fertilidad, vida y poder sagrado femenino. Su culto, suprimido por el ascenso del monoteísmo, hoy reaparece como clave para entender los orígenes olvidados de las religiones del Medio Oriente.

Durante siglos, su nombre se perdió entre las ruinas y las prohibiciones. Asera —también conocida como Asherah— fue una de las divinidades más veneradas del antiguo Levante, una figura central en las religiones cananea y semítica antes del auge del monoteísmo. Su rastro quedó sepultado por la teología oficial, pero nuevas evidencias arqueológicas e interpretaciones bíblicas han permitido reconstruir su legado como diosa madre, símbolo de fertilidad y, en algunas tradiciones, incluso consorte del dios Yahvé.

La gran madre del panteón cananeo

Asera era adorada en Canaán como la esposa de El, el dios supremo del panteón cananeo. Se le atribuía el papel de madre de 70 dioses, entre ellos Baal, el dios de la tormenta. Su culto se vinculaba con la fertilidad de la tierra, la vida, el mar y el árbol de la vida. En los textos de Ugarit, una antigua ciudad-estado situada en la actual Siria, Asera aparece como una figura influyente que media entre los dioses, intercede por los humanos y habita en jardines sagrados junto al mar.

¿Asera en la Biblia?

Aunque el judaísmo posterior buscó erradicar su culto, Asera sobrevivió de forma velada en los textos bíblicos. En el Antiguo Testamento se menciona repetidamente la palabra «asherá», a menudo traducida como un poste sagrado o ídolo, que los reyes de Israel y Judá destruyen en su intento por consolidar el culto exclusivo a Yahvé. Sin embargo, algunos arqueólogos y estudiosos de la religión comparada sostienen que estos «asherim» eran símbolos de la diosa Asera y que, en una etapa temprana del yahvismo, ella habría sido considerada consorte de Yahvé.

Hallazgos en Kuntillet Ajrud y Khirbet el-Qom, dos sitios arqueológicos en el desierto del Sinaí y en Judá, incluyen inscripciones del siglo VIII a.C. que hacen referencia a “Yahvé y su Asera”, lo que sugiere una relación simbólica o litúrgica entre ambos. Estas evidencias han abierto un intenso debate sobre el sincretismo religioso en la antigua Israel y sobre el proceso de transición del politeísmo al monoteísmo.

Deidad suprimida, memoria recuperada

La figura de Asera representa no sólo una diosa olvidada por la tradición dominante, sino también un testimonio de las complejas raíces del monoteísmo judeocristiano. Su culto fue combatido por los reformadores religiosos que buscaban erradicar toda presencia femenina en lo divino, consolidando así una cosmogonía patriarcal.

Hoy, investigadoras e investigadores de la arqueología bíblica, la historia de las religiones y la teología feminista han retomado a Asera como símbolo de resistencia y pluralidad. Su historia nos recuerda que lo divino, en sus múltiples formas, ha sido moldeado por las disputas políticas, las transformaciones culturales y los silencios impuestos.

Asera, la madre de los dioses, la señora del mar y del árbol sagrado, emerge de nuevo no sólo como una figura del pasado, sino como una pregunta incómoda al presente: ¿qué otros rostros de lo sagrado hemos olvidado?