En “Amén: Francisco responde”, el Papa dialoga con jóvenes sobre temas como aborto, abuso sexual y diversidad. Aunque muestra apertura, sus respuestas revelan los límites de una Iglesia que aún se resiste a transformaciones profundas.
En un edificio del barrio Pigneto de la capital italiana, el Papa Francisco protagonizó en junio de 2022 un extenso diálogo con jóvenes hispanoparlantes de diversos países, en un documental que lo muestra frágil físicamente, pero dispuesto a abordar sin filtros algunos de los temas más incómodos para la Iglesia católica: el aborto, los abusos sexuales, la identidad de género, el feminismo, la migración y el papel de la mujer en la institución eclesiástica.
El documental Amén, Francisco responde retrata un encuentro donde el carisma pastoral del Papa contrasta con los límites doctrinales que defiende, incluso frente a cuestionamientos directos. Desde el inicio, Francisco intenta romper el hielo con una broma futbolera “¡Pelota al centro, empieza el partido!” y una revelación sobre su situación económica: “No, a mí no me pagan nada”. Dice vivir con sobriedad, como “un empleado de medio nivel”, y desliza con ironía que conoce bien “dónde se puede robar” cuando hay que gestionar fondos para causas sociales.
El tono relajado del inicio pronto se convierte en un debate tenso sobre la vigencia de la Iglesia católica y sus contradicciones históricas. A medida que los jóvenes superan el respeto inicial, le plantean con vehemencia temas sensibles. Francisco reconoce que la Iglesia necesita salir de sus centros y evitar convertirse en “un club de gente buena” desconectado de las periferias sociales y existenciales. Sin embargo, esa autocrítica no siempre se traduce en apertura estructural, y es ahí donde los jóvenes lo confrontan.
Abusos sexuales y falta de justicia eclesial
Uno de los momentos más tensos ocurre cuando Juan, un joven español, revela haber sido víctima de abusos por parte de un miembro del Opus Dei. Aunque la justicia civil condenó al agresor, la Iglesia lo exoneró a nivel canónico, según denuncia el joven, quien ya no profesa la fe. Francisco, visiblemente sorprendido, promete revisar el caso y sostiene que no permitirá que estos delitos prescriban. Pero las respuestas no logran despejar del todo la percepción de encubrimiento sistémico que ha perseguido a la Iglesia durante décadas.
Feminismo, aborto y el papel de la mujer
El rol de la mujer en la Iglesia y la cuestión del aborto generan un contrapunto especialmente revelador. Milagros, catequista y activista pro aborto, le entrega un pañuelo verde al Papa, quien escucha sin interrumpir el debate entre las jóvenes. Cuando toma la palabra, Francisco adopta una postura pastoral pero también doctrinal: llama a la misericordia con quien aborta, pero reitera la defensa del embrión como “vida humana” desde el primer mes, y compara el aborto con contratar a “un sicario”.
Sobre la ordenación sacerdotal femenina, el Papa reafirma la negativa del Vaticano, insistiendo en que el ministerio ordenado está reservado a los varones, mientras atribuye a las mujeres un rol “maternal” que, en sus palabras, es aún más importante. Este argumento, basado en una visión esencialista de género, volvió a mostrar los límites de la reforma eclesial impulsada por Francisco: apertura al diálogo, pero no necesariamente al cambio de fondo.
Identidad de género y diversidad sexual: inclusión sin reconocimiento
Celia, joven no binaria y cristiana, interroga al Papa sobre la apertura real de la Iglesia a personas como ella. Francisco afirma que “Dios no rechaza a nadie” y que la Iglesia debe ser un espacio abierto, pero evita pronunciarse sobre los derechos concretos de las personas LGBT dentro de la jerarquía eclesiástica o su reconocimiento sacramental. Critica a quienes promueven discursos de odio desde la religión, calificándolos de “infiltrados”, aunque no aborda la exclusión doctrinal de la diversidad sexual que todavía persiste en la Iglesia.
Migración, racismo y colonialismo: entre la denuncia y la autocrítica
Los testimonios de migrantes como Medha (EU, de origen indio) y Khadim (Senegal) provocan una firme denuncia del Papa contra el racismo estructural y la indiferencia europea ante los desplazamientos forzados. Francisco relaciona esta crisis con un “colonialismo encubierto” y critica a los gobiernos que, pese al invierno demográfico, se niegan a recibir migrantes. Sin embargo, cuando los jóvenes le recuerdan que la Iglesia también participó en procesos coloniales, el Papa admite la culpa histórica, pero evita profundizar en posibles reparaciones o cambios institucionales concretos.
El documental, filmado en un solo día, expone las tensiones entre la voluntad de Francisco de escuchar y el peso doctrinal que sigue marcando a la Iglesia. Aunque su estilo dialogante y su disposición a hablar de todo lo han diferenciado de sus antecesores, el contenido de muchas de sus respuestas refleja los límites de un cambio más profundo dentro del catolicismo.
El Pontífice, que ha insistido repetidamente en que la Iglesia siempre debe reformarse desde dentro, parece consciente de que su liderazgo no alcanzará para concretar todas esas reformas. Mientras tanto, jóvenes de diversas procedencias siguen esperando respuestas más audaces que no solo reconozcan el dolor o la exclusión, sino que transformen las estructuras que los provocan.
Con información de Vatican News.