Los rebeldes sirios declararon este domingo a Damasco «libre» del control del presidente Bashar al Assad, tras una ofensiva relámpago que incluyó la toma de ciudades estratégicas como Homs, Alepo y Deir al Zur. Según informes, Al Assad habría abandonado el país en medio del caos que se vive en la capital.
Tras un fulminante avance en la madrugada del domingo, los rebeldes sirios aseguraron haber llegado a Damasco, declarando la capital «libre» del gobierno del presidente Bashar al Assad.
El grupo fundamentalista Hayat Tahrir al Shams (HTS, Organización para la Liberación del Levante), que lideró el avance insurgente en los últimos días, anunció en Telegram que Al Assad había abandonado el país. De acuerdo con Reuters dos fuentes gubernamentales confirmaron que el mandatario salió de Siria en un avión privado desde el aeropuerto internacional de Damasco, donde decenas de personas intentan huir.
Medios de comunicación reportan que los rebeldes sirios han tomado control de ciudades clave como Alepo, Hama, Deraa y Homs, un enclave estratégico que conecta la capital con el norte y la costa mediterránea. Además de Damasco, HTS afirmó haber tomado Deir al Zur, la ciudad más grande del este sirio, tras la rendición de las fuerzas leales a Al Assad.
El líder de HTS informó en Telegram que las fuerzas rebeldes evitarán ingresar en las instituciones públicas de Damasco, que «permanecerán bajo la supervisión del ex primer ministro, Mohammed Ghazi al Jalali, hasta que sean entregadas oficialmente». Al Jalali, quien afirmó seguir en la capital, señaló que está «dispuesto a ayudar a hacer lo mejor para el pueblo».
Bahra, líder de la Coalición Nacional de la Revolución Siria y las Fuerzas de Oposición, declaró que la situación en Damasco es segura.
En la frontera de Líbano con Siria, en Masnaa, decenas de personas intentaron cruzar para regresar a los hogares que abandonaron años atrás. La BBC reportó que las aduanas y los puestos de control en la zona fronteriza han desaparecido.
En redes sociales, imágenes mostraron a multitudes derribando una estatua de Hafed el Assad, padre del actual presidente, mientras en otro video un grupo destruye una bandera siria en Moadamyeh, al sur de Damasco.
El futuro de Siria, sumida en una guerra civil por más de una década, parece incierto mientras los rebeldes consolidan su control.
Assad: Más de dos décadas de liderazgo
Bashar Háfez al-Ásad, nacido en Damasco el 11 de septiembre de 1965, fue presidente de la República Árabe Siria desde el 17 de julio de 2000 hasta su derrocamiento el 8 de diciembre de 2024. Su mandato marcó la continuidad del liderazgo de la familia al-Ásad, tras suceder a su padre, Háfez al-Ásad, quien gobernó el país durante tres décadas. Además de la presidencia, Bashar asumió el liderazgo del Partido Baaz Árabe Socialista de Siria, consolidando el control político familiar sobre el país.
Graduado de la Escuela de Medicina de la Universidad de Damasco en 1988, al-Ásad inició su carrera como médico militar en el Ejército Árabe Sirio. Posteriormente, realizó estudios de posgrado en Londres, especializándose en oftalmología. Sin embargo, su vida tomó un giro inesperado en 1994 tras la muerte de su hermano mayor, Basel, quien era el heredero político de la familia. Bashar regresó a Siria, ingresó en la academia militar y asumió un papel político destacado, liderando la ocupación siria del Líbano en 1998.
Durante sus primeros años en el poder, algunos analistas consideraron a al-Ásad un posible reformista. Sin embargo, su gobierno fue caracterizado como una dictadura personalista, sostenida por elecciones ampliamente cuestionadas, en las que obtuvo resultados casi unánimes en 2000, 2007, 2014 y 2021. Estas votaciones, celebradas principalmente en zonas controladas por el régimen durante la guerra civil, fueron criticadas por organismos internacionales y la oposición por ser fraudulentas y antidemocráticas.
El gobierno de al-Ásad se presentó como secular, aunque analistas han señalado su dependencia de la minoría alauita y el uso de tensiones sectarias para afianzar el poder. En 2011, su régimen fue señalado por responder con violencia a las protestas de la Primavera Árabe, lo que desató la devastadora guerra civil siria. La ONU y otras organizaciones internacionales lo vincularon con crímenes de guerra, incluidos ataques químicos como el de Jan Sheijun en 2017.
Bashar al-Ásad negó sistemáticamente las acusaciones y criticó las intervenciones extranjeras, en especial la liderada por Estados Unidos. Sin embargo, su derrocamiento en diciembre de 2024 marcó el fin de una era para Siria, cerrando un capítulo lleno de represión, conflicto y cuestionamientos internacionales.