México ha sido el escenario de ecocidios de gran dimensión que envenenaron de manera irreversible los suelos a causa de la irresponsabilidad de las empresas y el solapamiento de los gobiernos. En el marco del Día Mundial del Suelo recordamos tres tragedias relacionadas con empresas ecocidas.
El 5 de diciembre se conmemora el Día Mundial del Suelo. De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU) a nivel global los suelos se han degrado por el cambio climático y la actividad humana, una problemática que genera presión sobre los recursos hídricos.
En México existen casos de afectación de los suelos que han generado daños a la salud de las personas y afectado el patrimonio histórico de varias regiones. Aquí te presentamos un recuente de algunos casos en los que el suelo contaminado cambió la historia de algunas comunidades.
LA TUMBA TÓXICA DEL MAMUT
En marzo del 2007, la noticia del hallazgo de los restos de un mamut en las afueras de la zona metropolitana de Guadalajara, Jalisco, se llevó todos los titulares de los periódicos. Personal del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) se movilizó a la zona del hallazgo, ubicada en el municipio de El Salto. Juan Carlos G. Partida escribió para La Jornada, que el mamut podría ser un referente de que en la zona existirían importantes yacimientos de fauna pleistocénica datada entre 10 mil y 40 mil años de antigüedad.
Los arqueólogos montaron el primer campo de expedición en la colonia El Verde, un área de 720 hectáreas de tierra semidesértica, marginación y pobreza multidimensional. Sin embargo, los arqueólogos notaron al cabo de unos días que la contaminación en el suelo había destruido los huesos del histórico fósil y era tal el nivel de toxicidad, que podría implicar daños para la salud de los investigadores. Por lo que prefirieron dejar al mamut en su tumba tóxica.
El Salto es uno de los municipios más contaminados de México, debido a que en el desemboca la cascada del Río Santiago, un afluentes con niveles de contaminación tan altos, que están relacionados con la muerte y la enfermedad de los habitantes de esta población. En el año 2009, el niño Miguel Ángel López Rocha falleció por contaminación de arsénico tras caer en el río Santiago mientras jugaba cerca de su casa.
El río Santiago ha sido utilizado por varios parques industriales del Bajío para descargar desechos sin tratamiento. Durante las administraciones panistas del Gobierno de Jalisco, esta situación fue negada. La ciudad no contaba con las plantas de tratamiento de aguas residuales necesarias para evitar el ecocidio del rio Santiago.
Durante años, la contaminación se extendió por agua, aire y tierra debido que el río desprendía estos contaminantes al ambiente, esto llevó a que el suelo donde descansaba el mamut fuera tan tóxico que ni los arqueólogos podían estar en contacto con él.
La doctora Gabriela Domínguez Cortinas, investigadora de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, realizó un estudio en el 2009 para identificar los contaminantes presentes en la sangre de los habitantes de El Salto. La investigadora denunció que el Gobierno de Jalisco de ese año, le impidió publicarlo, y tuvo que esperar 10 años para entregar los resultados de su estudio, en el que se encontró, entre otras afectaciones, que el 93 por ciento de la población infantil presentaba plomo en la sangre en niveles elevados.
SECUELAS DEL ECOCIDIO EN RÍO SONORA
El 6 de agosto del 2014, la empresa minera Buenavista del Cobre de Grupo México vertió 40 mil metros cúbicos de sulfato de cobre en los ríos Sonora y Bacanuchi, que envenenó a toda la región, que solía ser un centro vacacional. El accidente fue considerado el peor desastre ecológico industrial de México. Más de 24 mil personas resultaron afectadas. El derrame provocó daños al medio ambiente y a la salud de los habitantes de manera irreversible. El gobierno prometió varias acciones de saneamiento que no cumplió, entre ellas, 35 plantas de tratamiento de agua que no construyó.
El derrame de metales pesados en los ríos Sonora y Bacanuchi contaminó el agua, la tierra, y el aire por lo menos durante el último lustro. El reporte técnico realizado por el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC) arrojó que el área presenta altas concentraciones de mercurio, aluminio, magnesio, cobalto y níquel, cuyas partículas han ocasionado una reducción de la diversidad de insectos, y por consiguiente, se han presentado afectaciones en los cultivos debido a la falta de polinización, y una mayor propensión a plagas.
Además, la presencia de aluminio -uno de los contaminantes más tóxicos encontrados en el suelo- ha cambiado el ph de la tierra. En el aire de Bacoachi se encontraron altos valores de mercurio durante el mes de febrero. Este metal pesado tiene la particularidad de que es sensible a la temperatura, por lo que sus valores se incrementan con el calor. Los especialistas consideraron que debido a esta característica, las partículas de mercurio en el aire se elevan durante el verano.
Las muestras de metales y metaloides fueron realizadas en 14 comunidades, ubicadas a lo largo de la cuenca del río Sonora, entre las que también se analizó a la población de Cananea.
Los integrantes del Comité de Cuenca del Río Sonora (CCRS) recibieron los primeros resultados de los análisis de orina y sangre que autoridades realizaron a un grupo de aproximadamente mil 500 personas, en el que se confirmó la presencia de metales pesados en habitantes de las poblaciones de Arizpe, Banámichi, Huépac, San Felipe, Aconchi, Baviácora, Ures y Hermosillo rural. En el reporte se informó que «existe una exposición homogénea y constante al plomo en más del 95 por ciento de la población, a arsénico en más del 50 por ciento y en cadmio en más del 75 por ciento».
LAS LAMAS DE CIANURO
Si durante los últimos 30 años las autoridades no han atendido los casos crónicos de contaminación de los suelos, a principios del siglo XX la situación era peor, ya que no había observación ni voces disidentes. Una de estas historias ocurrió en el pueblo minero de Tlalpujahua, Michoacán.
Durante décadas esta región fue víctima del extractivismo voraz de las mineras europeas. De 1839 a 1935, un ingeniero francés de nombre F. J. Fournier explotó un yacimiento de oro y plata cuya bonanza no se detuvo incluso en los tiempos de la Revolución Mexicana.
El oro extraído de las entrañas de la tierra michoacana era llevado principalmente a Inglaterra. Para poder extraer el mineral con mayor facilidad, utilizaban agua y cianuro, que creaban un lixiviado conocido como jales. Los residuos eran mucho mayores al metal extraído y eran almacenados sin cuidado en una zona cercana llamada presa de Los Cedros.
En 1937 ocurrió una catástrofe. La madrugada del 27 de mayo una intensa tormenta causó la crecida del río y aflojó los lixiviados que la compañía del francés había depositado durante años en la parte alta de una barranca en cuya base se había asentado el pueblo minero.
La lluvia y el intenso viento provocó un deslave descomunal de tóxicos que sepultó a la tercera parte de la población que no tuvo tiempo de escapar. La falta de un muro de contención y de un manejo apropiado de los desechos ocasionó la tragedia en la que cerca de 300 personas perdieron la vida.
Una mole de lixiviados de 35 metros de altura y más de 10 hectáreas de extensión se precipitó y sepultó parte de las instalaciones mineras y de la población. Los gases del cianuro entraron en combustión desprendiendo llamas. Solo un grupo de cerca de 100 personas logró escapar con anticipación y refugiarse en una iglesia. En total se desprendieron 16 millones de toneladas de cianuro y otros contaminantes en el área.
El depósito de lixiviados, conocido por la población como «Las Lamas» se distribuyó alrededor del cerro de Jesús del Monte y se identifican por su color blanco o gris claro.