Una de las críticas más recurrentes hacia las modificaciones anunciadas por Meta presenta un escenario apocalíptico, en el que la desinformación y la propagación del discurso de odio en redes sociales como Facebook se perfilan como los peores desenlaces posibles. Sin embargo, estas críticas ignoran problemáticas que se generan en plataformas como Facebook y que de hecho, Meta ha declarado que buscará priorizar su combate, como el uso de sus plataformas digitales para actividades delictivas, entre ellas la trata de personas, el terrorismo y el crimen organizado, las cuales han proliferado durante años bajo el silencio y la indiferencia de muchos detractores de Mark Zuckerberg.
Por otro lado, los augurios pesimistas de fracaso anticipado respecto a la implementación de las notas comunitarias y el rechazo a la sustitución de las agencias verificadoras de información presentan un mapa de actores sesgado. En este escenario, los usuarios son retratados como completamente incapaces y vulnerables, dependientes de las acciones de activistas, ONGs y gobiernos para protegerse de la desinformación. Esta postura radical, lejos de enriquecer el debate, contribuye a perpetuar la desinformación que pretende combatir.
Una campaña global ha reunido a activistas y organizaciones de la sociedad civil en Occidente para protestar contra el reciente nombramiento de Dana White en el consejo de administración de Meta. Este movimiento se interpreta como un intento por parte de su director ejecutivo, Mark Zuckerberg, de acercarse al presidente electo de los Estados Unidos, Donald Trump, debido a la afinidad política entre Trump y White.
Más controvertido aún ha sido el anuncio de Zuckerberg de terminar la colaboración de Meta con agencias verificadoras de hechos, argumentando que estas se habían viciado y operaban con sesgos que favorecían la censura con fines políticos. Este cambio ha sido interpretado por sectores críticos como un retroceso en los derechos humanos y una apertura al discurso de odio, afectando particularmente a grupos vulnerables como migrantes, miembros de la comunidad LGBT y mujeres.
Organizaciones y activistas han señalado que las decisiones de Meta podrían favorecer la desinformación y los discursos de odio, eliminando las medidas que supuestamente protegían a los usuarios. Sin embargo, el discurso de estas organizaciones presenta imprecisiones. Mark Zuckerberg explicó que el monitoreo continuará, pero con un enfoque en delitos graves como terrorismo y crimen organizado. Asimismo, la verificación de hechos no desaparecerá, sino que evolucionará hacia una metodología más colectiva y deliberativa, como las notas comunitarias implementadas en la plataforma X (antes conocida como Twitter).
Las notas comunitarias representan un cambio significativo hacia una verificación de hechos democrática e inclusiva, otorgando a las audiencias un rol activo en la validación de información. Aunque no alcanzan el rigor de las agencias tradicionales de fact-checking, esta herramienta fomenta una comunicación más participativa y transparente, un atributo que sus detractores no reconocen. Estas notas permiten que cualquier usuario, incluidos los verificadores previamente vinculados a Meta, contribuyan a combatir la desinformación sin la posibilidad de censurar contenidos de manera unilateral.
NOTAS COMUNITARIAS: DEMASIADO LIBRES PARA LA LIBERTAD
Por otro lado, las críticas hacia las notas comunitarias destacan su apertura, señalándolas como un obstáculo para establecer contrapesos políticos. No obstante, estas críticas omiten que la inclusividad de este mecanismo es precisamente su mayor fortaleza, al desafiar los modelos tradicionales de comunicación hegemónica.
El contexto histórico también juega un papel relevante en este debate. Meta ha sido objeto de críticas en el pasado por sus fallas en la moderación de contenido. Un caso destacado ocurrió en 2017, cuando la BBC reveló que Facebook no actuó adecuadamente al remover imágenes de abuso infantil reportadas en su plataforma. En lugar de abordar el problema, la red social denunció a los periodistas que realizaron la investigación. Este y otros incidentes ilustran cómo las fallas en la moderación tradicional también han generado graves consecuencias.
Otro tema urgente que Meta debe atender es el uso de sus plataformas por parte del crimen organizado. Investigaciones recientes han demostrado que grupos delictivos, como el Cártel del Noreste, han utilizado Facebook para promover el contrabando de migrantes. Casos como el de Francisco Suárez y Luis Daniel Segura Guzmán, quienes usaron la red social para coordinar actividades ilícitas, subrayan la necesidad de priorizar el combate a este tipo de delitos.
En este contexto, las críticas hacia Meta por parte de activistas y ONGs parecen centrarse desproporcionadamente en cuestiones políticas, dejando de lado problemáticas más graves. Además, la insistencia en volver a modelos de verificación centralizados y autoritarios contrasta con los ideales de libertad de expresión que estas organizaciones dicen defender.
En conclusión, las decisiones recientes de Meta representan un cambio paradigmático en la moderación de contenidos y la verificación de hechos. Aunque las nuevas políticas enfrentan desafíos, también ofrecen una oportunidad única para construir un modelo más inclusivo y participativo.