En muchas organizaciones, se asume que una mujer debe ser dócil, amable, servicial, sumisa, atenta, cariñosa, femenina, tierna y, sobre todo, sociable. Pero ¿qué ocurre cuando una trabajadora no encaja en ese perfil? Para una mujer tímida, neurodivergente o con dificultades para interactuar socialmente, el ambiente laboral puede convertirse en un campo de batalla. La situación se agrava si la persona enfrenta estrés postraumático debido a una experiencia que puso en peligro su vida, o si padece depresión o ansiedad. En lugar de recibir apoyo o comprensión, su comportamiento puede ser interpretado por sus superiores como mala actitud, falta de compromiso o incluso «maldad pura». En consecuencia, se convierte en una candidata al despido, como si hubiese cometido una falta grave o afectado directamente a la empresa.
El problema no termina con la expulsión. Muchas veces, tras años de acoso laboral, una trabajadora que ha realizado aportes valiosos a una compañía es despedida sin reconocimiento, por la puerta trasera, y sin posibilidad de obtener referencias favorables. Pero el castigo no se detiene ahí. Exjefes y exempleadores, que ven a la trabajadora como una figura problemática, se aseguran de que su reputación laboral quede marcada. De este modo, cualquier nueva oportunidad de empleo se ve obstaculizada por referencias negativas, en las que se enfatiza que la persona no saludaba, no demostraba afecto o no llevaba el café, como si estos aspectos fueran criterios fundamentales para evaluar su capacidad profesional.
El sesgo de género en el entorno laboral es innegable. A los hombres se les tolera la seriedad, la timidez o incluso conductas antisociales, mientras que en las mujeres se espera sumisión y amabilidad. No encajar en estos estándares sigue siendo penalizado de manera desproporcionada, afectando no solo el desarrollo profesional de muchas mujeres, sino también su estabilidad emocional y económica. Arruinar la trayectoria laboral de una mujer por no cumplir con estereotipos de género es una de las tantas injusticias que persisten en el mundo corporativo, una problemática que las empresas todavía no están listas para discutir.