El Valle de Guadalupe: donde la tradición vitivinícola y el legado ruso se encuentran en Baja California

El Valle de Guadalupe: donde la tradición vitivinícola y el legado ruso se encuentran en Baja California

Enclavado en las montañas de Ensenada, Baja California, el Valle de Guadalupe se erige como un referente de la viticultura mexicana, donde historia, tradición y gastronomía se entrelazan. Este emblemático destino, parte de la Ruta del Vino, atrae a cientos de miles de visitantes cada año con su oferta de vinos de alta calidad y una rica herencia cultural que se remonta a los colonos rusos del siglo XX y a las antiguas misiones dominicas. Con paisajes deslumbrantes y una comunidad vibrante, el valle se ha consolidado como uno de los lugares más importantes para el enoturismo en el país.

La Ruta del Vino de Baja California se ha consolidado como uno de los destinos turísticos más emblemáticos de México, abarcando un corredor que va de norte a sur a través de los municipios de Tecate, Tijuana y Ensenada. Esta ruta incluye ocho valles vitivinícolas: Tijuana, Tecate, Guadalupe, El Tule, Ojos Negros, Uruapan, Santo Tomás y San Vicente. Cada uno de estos valles cuenta con su propia riqueza cultural y natural, que complementa la oferta vitivinícola de la región.

Viñedo de L.A, Cetto . Foto: Club Valle de Guadalupe.

Un Patrimonio Cultural Ancestral

Los antiguos pobladores de Baja California, en particular la civilización Kumiai, dejaron su huella en el territorio a través de pinturas rupestres y petroglifos, muchas de las cuales se encuentran en cuevas cercanas a fuentes de agua, incluyendo el Valle de Guadalupe. Con la llegada de los españoles a principios del siglo XVII, las diversas etnias que habitaban la región, como los Pericúes, Guaycuras y Kumiai, se vieron profundamente afectadas por el proceso de colonización.

Retrado de personas de la civilización Kumiai de Baja Calilfornia. Foto: especial.

A lo largo del siglo XVIII, los jesuitas comenzaron a establecer misiones en Baja California con el propósito de evangelizar a las comunidades indígenas. Tras la expulsión de los jesuitas en 1767, los dominicos continuaron con la labor de construcción y administración de misiones, estableciendo tres importantes en la Ruta del Vino: la Misión de San Vicente Ferrer, la Misión de Santo Tomás de Aquino y la Misión de Nuestra Señora de Guadalupe. La vitivinicultura en la región comenzó con estas misiones, que produjeron vino para ceremonias religiosas y el sustento de la comunidad.

La Influencia de la Colonización Rusa

Un capítulo significativo en la historia del Valle de Guadalupe fue la llegada de los colonos rusos a mediados del siglo XIX. Con la implementación de las leyes de desamortización de 1859, muchos extranjeros, incluidos los molokanes rusos, llegaron en busca de nuevas oportunidades. Aunque inicialmente cultivaban trigo y cebada, las dificultades agrarias los llevaron a experimentar con la vitivinicultura. En 1917, Jorge Afonin plantó el primer viñedo ruso en el valle, marcando el inicio de una tradición vitivinícola que sigue floreciendo.

Desfile patrio de la escuela primaria del ejido El Porvenir donde aparecen estudiantes mexicanos y de origen rusos, en 1951. Foto: Sandra Portillo.

La migración rusa hacia el valle de Guadalupe en México comenzó con una primera ola significativa en 1912, motivada posiblemente por la insatisfacción de los colonos con la tierra y el temor ante el surgimiento del movimiento revolucionario en el norte del país. Este éxodo inicial se vio exacerbado por disturbios provocados por los villistas, quienes buscaban provisiones, lo que creó un ambiente de tensión y desconfianza (Schmieder, 1928; Reed, 1983).

Un segundo y crucial movimiento migratorio se produjo tras la formación del ejido «El Porvenir» en 1937, un evento vinculado a la Revolución Mexicana, que clamaba por «Tierra y Libertad». La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en su artículo 127, otorgaba al Estado el derecho a redistribuir la tierra en función del interés público, lo que facilitó al presidente Lázaro Cárdenas la repartición de tierras a la población, un proceso conocido como sistema ejidal. El 19 de septiembre de 1937, el gobierno mexicano solicitó la donación de tierras, resultando en la repartición de 2 mil 920 hectáreas cercanas a la colonia rusa a 58 ejidatarios mexicanos, lo que generó consternación entre los colonos rusos, quienes temían perder su territorio.

A pesar de las promesas de mantener sus tierras, muchos colonos rusos comenzaron a estrechar sus lazos con Estados Unidos. En 1958, un nuevo camino fue construido, facilitando la llegada de advenedizos que reclamaron porciones del valle como propias. Este año fue particularmente significativo en el contexto de las elecciones, cuando la Unión General Obrera y Campesina (UGOCM) organizó tomas de posesión de terrenos privados para acelerar la reforma agraria. La «Ley de Tierras Ociosas» de 1920 atrajo a invasores a las tierras rusas abandonadas, lo que resultó en actos de desobediencia civil, como la destrucción de cultivos y asaltos a almacenes, para presionar a los rusos a abandonar sus tierras.

Con el tiempo, la colonia rusa en el valle comenzó a deteriorarse. En 1959, 107 hectáreas fueron oficialmente otorgadas a un nuevo poblado, lo que llevó a muchos rusos a vender sus propiedades, debilitando aún más la comunidad. Actualmente, queda una familia de rusos y algunos hombres rusos casados con mexicanas, mientras que los cosacos rusos han dejado huella en la historia local a través de su idioma y cultura.

La búsqueda de un mejor futuro llevó a muchos descendientes a Estados Unidos, donde se han establecido en California, dejando atrás un legado cultural que se desdibuja con el tiempo. Hoy, el valle se encuentra en ruinas, con pocos vestigios de su pasado. Se han realizado excavaciones arqueológicas para documentar su historia.

Desarrollo de la Industria Vitivinícola

En 1888, la fundación de Bodegas de Santo Tomás por Andonaegui y Ormart marcó un hito en la industria vitivinícola de Baja California. Este evento significó el comienzo de un desarrollo incipiente de la vitivinicultura en la región, que continuó expandiéndose y evolucionando a lo largo de los años.

Ruta del vino en el Valle de Guadalupe, Baja California. Foto: Soy Vinícola.

La Fiesta de la Vendimia, un evento anual celebrado en agosto, es uno de los principales atractivos turísticos del valle, donde se congregan más de 30 mil personas para celebrar la cosecha de la uva y disfrutar de la gastronomía local. Este evento ha contribuido a posicionar al Valle de Guadalupe no solo como un destino vinícola, sino también como un referente de la cocina Baja Med, que combina influencias mediterráneas con ingredientes locales.

Un Futuro Prometedor

El microclima mediterráneo del Valle de Guadalupe, que se asemeja a las condiciones del suroeste francés, y su rica historia cultural, posicionan a esta región como un importante referente en el turismo vitivinícola de México. Con una extensión de 66 mil 353 hectáreas y a tan solo 37 kilómetros de Ensenada, el Valle de Guadalupe no solo ofrece un recorrido por viñedos y bodegas, sino también una inmersión en la historia, la cultura y la tradición que han dado forma a esta región única.

 

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