Giordano Bruno: El mártir del pensamiento libre quemado en la hoguera por la Inquisición

Giordano Bruno: El mártir del pensamiento libre quemado en la hoguera por la Inquisición

Giordano Bruno fue ejecutado por la Inquisición en 1600 debido a sus ideas filosóficas y cosmológicas que desafiaban los dogmas de la Iglesia. Su visión de un universo infinito y su rechazo a la autoridad eclesiástica lo convirtieron en un blanco de persecución. Su muerte simboliza la lucha contra la censura y la defensa de la libertad de expresión, valores que con el tiempo reivindicaron su legado. 

El 17 de febrero de 1600, en la Plaza Campo de’ Fiori en Roma, el filósofo y teólogo Giordano Bruno fue quemado en la hoguera por orden de la Inquisición. Su ejecución fue el desenlace de un largo proceso en el que sus ideas, consideradas heréticas por la Iglesia católica, lo condenaron a un destino trágico.

Nacido en 1548 en Nola, una ciudad cercana a Nápoles, Bruno ingresó en la Orden de los Dominicos a una edad temprana. Sin embargo, su espíritu inquieto y su inclinación por el pensamiento crítico lo llevaron a cuestionar los dogmas religiosos y filosóficos de su tiempo. Influenciado por el heliocentrismo de Nicolás Copérnico y la teoría del universo infinito de Nicolás de Cusa, Bruno desarrolló ideas radicales que desafiaban la visión geocéntrica del mundo y la concepción tradicional de la divinidad.

Sus postulados afirmaban que el universo era infinito, que existían múltiples mundos habitados y que la divinidad no podía limitarse a las doctrinas establecidas por la Iglesia. Estas ideas, junto con su rechazo a la transubstanciación y su crítica a la autoridad papal, lo convirtieron en un objetivo de la Inquisición.

Después de años de exilio en diversas ciudades europeas, como Ginebra, París y Londres, Bruno regresó a Italia en 1591, invitado por el noble Giovanni Mocenigo en Venecia. Sin embargo, Mocenigo lo denunció ante la Inquisición, acusándolo de herejía. Arrestado en 1592, fue trasladado a Roma en 1593, donde enfrentó un prolongado juicio en el que se le exigió retractarse de sus ideas.

Bruno se negó a renunciar a sus convicciones. Su negativa selló su destino: en 1600, el Papa Clemente VIII aprobó su condena y fue ejecutado en la hoguera. Según los relatos, antes de morir pronunció la frase: «Quizás ustedes sienten más miedo al pronunciar esta sentencia que yo al recibirla».

Su muerte marcó un hito en la historia del pensamiento libre y la lucha contra la censura. Siglos después, su legado fue reivindicado como símbolo de la libertad de expresión y el avance del conocimiento. En 1889, una estatua en su honor fue erigida en la misma plaza donde fue ejecutado, recordando su valentía y su contribución al pensamiento moderno.

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