El humo blanco se alzó sobre el cielo de Roma y el mundo católico conoció al sucesor de San Pedro: el cardenal Robert Francis Prevost, originario de Chicago, ha sido elegido como el nuevo Papa y llevará el nombre de León XIV. A sus 69 años, el religioso agustino asume como el primer pontífice estadounidense en la historia de la Iglesia.
Una densa columna de humo blanco emergió este jueves a las 18:07 hora local (16:07 GMT) desde la chimenea de la Capilla Sixtina, señal inequívoca de que los 133 cardenales reunidos en cónclave han elegido al nuevo líder de la Iglesia católica. Miles de fieles, congregados en la Plaza de San Pedro, estallaron en júbilo al presenciar la esperada fumata blanca, mientras las campanas de la basílica vaticana repicaban anunciando que había Papa.
Momentos después, el Dominique Mamberti apareció en el balcón central de la Basílica de San Pedro para pronunciar el tradicional Habemus Papam, anunciando que el nuevo pontífice será Robert Francis Prevost, OSA, quien ha escogido el nombre de León XIV, convirtiéndose así en el 267.º sucesor de San Pedro.
Primer papa estadounidense nacido en Chicago
Según El Colegio de Cadenales, el nuevo Papa, Robert Francis Prevost, nació el 14 de septiembre de 1955 en Chicago, Illinois, Estados Unidos, y cuenta actualmente con 69 años. Es titular de la iglesia suburbicaria de Albano, una de las históricas sedes episcopales cercanas a Roma que se asignan tradicionalmente a los cardenales.
Prevost se convierte en el primer pontífice originario de Estados Unidos en la historia de la Iglesia católica y el segundo consecutivo en formarse pastoralmente en América Latina, tras el pontificado del argentino Francisco.
Una trayectoria marcada por América Latina y el Vaticano
Miembro de la Orden de San Agustín (OSA), Prevost ha desarrollado una intensa labor pastoral y académica. Se formó en Ciencias Matemáticas, Teología y Derecho Canónico, alcanzando un doctorado en Roma. Su tesis doctoral versó sobre “El papel del prior local en la Orden de San Agustín”.
Ordenado sacerdote en 1982, en 1985 partió como misionero a Perú, donde ocupó múltiples cargos: canciller de la Prelatura de Chulucanas, director de seminario, vicario judicial y párroco. En 1999 fue elegido prior provincial de los Agustinos en Chicago y, dos años después, prior general de la orden, cargo que ejerció durante dos mandatos consecutivos hasta 2013.
En 2014, el Papa Francisco lo nombró administrador apostólico de Chiclayo (Perú), donde más tarde fue consagrado obispo. Allí también participó activamente en la Conferencia Episcopal Peruana durante un periodo de convulsión política en el país.
En enero de 2023, Francisco lo designó prefecto del Dicasterio para los Obispos, una de las posiciones más influyentes de la Curia Romana, y lo creó cardenal en septiembre del mismo año.
Perfil cercano a Francisco, con luces y sombras
Conocido por su bajo perfil mediático y su capacidad de escucha, Prevost ha respaldado los énfasis pastorales de Francisco: el cuidado de los pobres y migrantes, la atención al medio ambiente y la cercanía con los más necesitados. En temas delicados, como el acompañamiento a católicos divorciados vueltos a casar, ha apoyado los cambios impulsados por Francisco.
Sin embargo, su trayectoria no ha estado exenta de controversias, especialmente en torno al manejo de denuncias de abuso clerical en su antigua diócesis peruana. Aunque defensores de Prevost aseguran que siguió los protocolos canónicos y animó a las víctimas a acudir a las autoridades civiles, las acusaciones han sido objeto de debate en medios internacionales.
Un pontífice de transición y continuidad
Su elección como Papa León XIV se interpreta como un gesto de continuidad respecto al pontificado de Francisco, pero también como una elección que busca tender puentes entre América, Europa y el mundo en desarrollo. Pese a que su nombre figuraba entre los candidatos de compromiso, pocos anticipaban que sería él quien obtuviera el consenso en el cónclave.
Esta tarde, el nuevo pontífice se presentará ante el mundo desde el balcón de la Basílica de San Pedro para impartir su primera bendición Urbi et Orbi, marcando así el inicio de una nueva etapa en la historia de la Iglesia.