En el ecosistema digital donde proliferan los datos abiertos y las herramientas de análisis en línea, se ha vuelto común confundir el acceso libre a la información con la libertad de reproducir historias sin atribución. Esta confusión ha generado prácticas problemáticas en el periodismo, especialmente cuando se emplean metodologías OSINT (inteligencia de fuentes abiertas).
El acceso a información abierta y bases de datos públicas, ha facilitado a algunas personas confundir el acceso libre a ciertos insumos con la posibilidad de reproducir contenidos sin atribución. Esta confusión ha generado prácticas cuestionables en el periodismo digital, especialmente cuando se utilizan fuentes OSINT (Open Source Intelligence). Para evitar equívocos y promover una cultura de rigor, transparencia y respeto al trabajo intelectual, es necesario diferenciar entre varios conceptos clave.
¿Qué es OSINT y qué no lo es?
OSINT (inteligencia de fuentes abiertas) no es una fuente en sí misma, sino una metodología: un conjunto de técnicas que permiten recolectar, verificar y analizar información disponible públicamente (en redes sociales, documentos oficiales, bases de datos, imágenes satelitales, etc.) para producir conocimiento.
Una fuente OSINT puede ser, por ejemplo, un PDF con contratos de obra pública alojado en un portal gubernamental, pero no todo dato público se vuelve automáticamente «inteligencia». Lo que convierte esa fuente en inteligencia es el proceso sistemático de análisis, cruce de datos y contextualización.
Datos públicos no son sinónimo de historias libres de atribución
Sí, los datos abiertos permiten que varios periodistas lleguen a hechos similares de forma independiente. Sin embargo, cuando un reportaje expone hallazgos inéditos a partir de datos públicos, presenta una estructura narrativa original, y sigue un método de investigación que no es evidente a simple vista, copiar esa historia sin citar constituye plagio.
Publicar sobre un hecho observable no es lo mismo que reproducir el trabajo que reveló ese hecho con una lógica investigativa específica. Una cosa es informar que se inundó una zona y otra es demostrar, mediante cruces de datos y documentos, que hubo una omisión sistemática de autoridades basada en alertas tempranas ignoradas.
Diferencia entre hechos observables y hechos investigados
Un hecho observable es público y verificable por múltiples vías: por ejemplo, que un funcionario viajó en tal fecha o que una obra fue inaugurada. Pero un hecho investigado es aquel que se obtiene mediante búsqueda intencionada, comparación de fuentes, análisis de patrones o interpretación de vacíos.
Ejemplo: la existencia de un contrato está en el portal de compras gubernamentales, pero el hallazgo de que ese contrato está ligado a una red de empresas fachada requiere investigación. En este caso, la historia no es el contrato: es la construcción del contexto que le da sentido y relevancia.
¿Cuándo citar y por qué importa hacerlo?
Cuando un reportaje retoma datos, metodologías, hallazgos o incluso estructuras narrativas de otro trabajo previo, debe citar su origen. Esto no solo es una cuestión ética, sino una práctica profesional que reconoce el valor del trabajo ajeno y permite que las audiencias sigan la ruta de verificación de la información.
El argumento de que “los datos son públicos” no justifica apropiarse del proceso que alguien más hizo para entenderlos, interpretarlos y presentarlos. El periodismo no es solo el qué, sino también el cómo y el porqué.
¿Qué hacer ante la ambigüedad? Apostar por la transparencia
Cuando hay duda sobre si una historia puede parecerse demasiado a otra, lo mejor es hacer explícito el uso de fuentes y antecedentes. Mencionar que un medio o reportero descubrió cierta conexión no le resta mérito a quien continúa la investigación o desarrolla un ángulo distinto. Al contrario: fortalece la red de conocimiento colectivo.